La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina (Flickan som lekte med elden)

Año: 2009
Origen: Suecia, Dinamarca, Alemania
Dirección: Daniel Alfredson
Guión: Jonas Frykberg
Intérpretes: Noomi Rapace, Michael Nyqvist, Lena Endre, Sofia Ledarp
Fotografía: Peter Mokrosinski
Edición: Mattias Morheden
Música: Jacob Groth
Duración: 129 minutos

por Diego Maté

La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina tiene las virtudes y los vicios del buen mecanismo: en sus mejores momentos, cuando parece más aceitada, la película avanza a un ritmo notable y mantiene el interés bien arriba, pero esa tensión sostenida en el tiempo se paga con la pérdida de humanidad de la historia, y el film deviene en tosco artefacto narrativo que no sabe más que contar intrigas policiales y traumas infantiles. Se dirá que para que un thriller funcione con eso alcanza y sobra (si esta nota fuera una crítica en un diario, probablemente se leería que la película es indispensable para “seguidores del género”). Todo depende de qué le reclamemos al cine: un viaje ininterrumpido durante más de dos horas de metraje, o un recorrido con paradas que nos permita conocer algo de ese paisaje que vemos pasar por la ventanilla. Así, la visión de la primera parte de la saga Millenium era prácticamente como desplazarse en tren bala, porque la película atravesaba el universo de Stieg Larsson a velocidades casi lumínicas, sin detenerse nunca en los detalles que habrían hecho más disfrutable el trayecto (¿cómo era la rutina de Lisbeth? ¿Y su casa, y la mujer con la que duerme?). La chica… viene a corregir algo de eso, porque esta vez el recorrido ensayado por el sueco Daniel Alfredson se parece más al de un tren común, con una cantidad mayor de descansos que nos dejan apreciar con algo más de nitidez una Estocolmo nublada y modernosa con aires de policial negro.

Como se anticipaba en la primera, en esta segunda entrega, más allá de haber aumentado el número de personajes, Lisbeth se convierte en el centro absoluto de la historia. El empuje de la película es el de ella, y su vacío también: la vida solitaria de Lisbeth, sus ingenios de fugitiva y su rutina cotidiana (por ejemplo, se la ve comprando comida en un almacén) son las pinceladas más corrientes pero también las más fuertes de la película. Cuando ella se entera de que la buscan y tiene que escaparse de su departamento nuevo, las habitaciones sin muebles y las cajas preparadas para la mudanza dicen más de ella que todos los diálogos y flashbacks juntos. Sin embargo, Lisbeth también es la responsable del tono impostado de oscuridad que adopta la película: Estocolmo es un lugar gris lleno de corrupción, la violencia y la tortura campean a lo largo y ancho del relato, la música y la fotografía están siempre exagerando lo siniestro, y la escena en la que Lisbeth se acuesta con Wu hace hasta del sexo un acto lúgubre que bordea la perversidad (prestar atención a la banda de sonido). La película parece hacerse eco del estado del personaje, como si algo de su mirada y de sus gestos se trasladara a la puesta en escena. Lo que al principio prometía ser un clima tétrico más o menos bien construido, con el tiempo se revela como exceso y pirotecnia visual simplona, acaso otro de los recursos que engrasan el aparato narrativo de La chica… en detrimento de una construcción sólida de los ambientes. En semejante contexto, los rayos de humanidad que se colaban a través de Lisbeth y su rutina y que oxigenaban la rígida opresión narrativa, son ahogados de nuevo por la búsqueda fácil de impacto que practica Alfredson.

3 comentarios

  1. Bazman

    Maté, usted me sigue sorprendiendo. Esta película es todavía peor que la primera. Es el mejor ejemplo de trasladar las palabras del libro a imágenes pero sin que se le caiga una sola idea visual al director. Seguramente, quienes no hayan leido los libros se sorprenderán y preguntarán qué le vieron a este sueco para hacerse tan famoso y vender tantos libros, pero eso es porque el nervio narrativo, la prosa seca y al grano de Larsson, (la trilogía a nivel argumental es muy convencional, pero lo que la eleva sobre productos similares es el estilo con el que está escrita, los pequeños capítulos que terminan, casi siempre, en cliffhangers), se convierte, tanto en la primera película, como en la secuela, en una sucesión de escenas que no despiertan ningún interés ni empatía por lo que está sucediendo (Salvo por la actriz que interpreta a Lisbeth. Si los yanquis son piolas, la remake tienen que hacerla con ella).
    Saludos!

    agosto 10, 2010 en 4:43 pm

  2. uhm yo he visto la tercera parte y eso por suerte…
    en general los libros de larsson son bien detallados, y dudo que la pelicula se tome todo el tiempo para desarrollar todos los personajes, pero yo por lo que he visto la historia esta bien hecha, aunque se haga imposible tener tres peliculas fieles 100 % a casi 2100 páginas de libro…
    ahora viene las versiones estadounidenese que me imagino le daran vueltas de tuerca y recortaran de todo

    agosto 10, 2010 en 4:52 pm

  3. Bazman: no leí los libros de Larsson, pero en mi nota sobre la primera película dije que se percibía un cierto aire literario que parecía que anclaba al film, que lo ataba en términos cinematográficos. Puede que pase en la segunda parte también, sin embargo, eso no tiene nada que ver con la manera en que funciona el relato: más allá de algunos baches o resoluciones inverosímiles, la película avanza bastante rápido y mantiene el interés durante dos horas y pico de duración. Pero ese interés se logra sostener sólo a través de la deshumanización de la historia: los personajes no son más que títeres que empujan la trama y poco puede decirse de ellos fuera de su participación en la intriga policial y los traumas de la infancia que padecen. Ese es el problema que me interesa: no el posible excesivo respeto al texto, sino la falta de capacidad del director para construir personajes humanos, que sean algo más que un rejunte de clichés de género (algunas escenas, como la de Lisbeth comprando comida, oxigenan un poco esa narración encerrada en sí misma; pero son pocas).

    The Goddam Evil (antes que nada, me encanta el nick): sí, seguro que las remakes van a apostar mucho a la vuelta de tuerca, recurso que campea a lo largo y ancho de la producción estadounidense.

    saludos.

    Diego.

    agosto 10, 2010 en 11:30 pm

Deja un comentario