Sombras tenebrosas (Dark Shadows)

Año: 2012
Origen: Estados Unidos
Dirección: Tim Burton
Guión: Seth Grahame Smith
Intérpretes: Johnny Depp, Michelle Pfeiffer, Helena Bonham Carter, Eva Green
Fotografía: Bruno Delbonnel
Música: Danny Elfman
Edición: Chris Lebenzon
Duración: 112 minutos

por Diego Maté

Como siempre, Tim Burton sigue insuflándole vida  a unos mundos hechos a base de retazos de cultura popular. Después de una obra musical en Sweeney Todd, un cuento infantil en Alicia en el País de las Maravillas, una biografía bastante libre de Ed Wood, las tarjetas intercambiables de ¡Marcianos al ataque! (sí, esa película está basada en unas trading cards), la parodia amable del cuento y las transposiciones de Mary Shelley en el corto Frankenweenie (ya hay largo terminado), un cómic en Batman, un ídolo infantil que ya había tenido serie y obra de teatro en La gran aventura de Pee Wee, etc; después de todo eso, Burton demuestra en Sombras tenebrosas que es uno de los pocos directores capaces de crear algo nuevo a partir de productos ya consumidos y regurgitados sin caer en el homenaje fácil o el mero pastiche hueco. El último opus del realizador de El joven manos de tijera toma como referente una serie de la televisión norteamericana de los 60 (y vuelta a hacer en los 90) nada vista en la Argentina, aunque es fácil suponer que de la serie queda poco y nada. La película tiene el sello burtoniano (para bien y para mal) en cada personaje y en cada plano, y es fácil adivinar que la serie seguramente constituyó para el director algo así como un paisaje sobre el cual ir a buscar materiales nuevos con el fin de apropiárselos y contaminarlos hasta convertirlos en los colores del cuadro lúgubre que, salvo por algunas variaciones, parece ser el mismo de todas sus películas.

Quizás por tratarse de un cine claramente posmoderno, que no conoce límites espaciales o temporales, Sombras tenebrosas puede asentarse en los 70 y apropiarse de sus marcas más distintivas (la música, la ropa, las costumbres) sin demasiada dificultad. Pero esto no es un simple rejunte de lugares comunes de la época, porque lo que hay, además, es un tiempo fuera de sí, enloquecido, que no termina de cuajar con la mansión y sus habitantes de película de terror que la película toma como centro. Burton sale poco del caserón: la acción transcurre mayormente entre los vapores de decadencia y abulia que caracteriza a los Collins y los signos del presente (como las canciones) resultan objetos anacrónicos tan extraños como los propios protagonistas. Esa es la principal pirueta del director, el crear un mundo y unas gentes con tanta carnadura que terminan opacando la Historia, que la deforman y la tornan algo tan extraño y curioso como un vampiro que vuelve a la vida después de doscientos años; así, con esa sensación de perplejidad, observamos a los hippies que, a su vez, parecen divertidísimos y muy inquisidores con la joven protagonista al comienzo (aunque para nosotros, ya ubicados cerca del personaje, ella nos resulte familiar y los extraños sean ellos).

Una muestra del respeto con que Burton trata a sus personajes es la forma en que se hace cargo de sus rasgos más terribles; no importa lo simpático y noble que pueda parecer Barnabas, la película cuenta su escape y vuelta a la vida de la manera más cruda y horrible posible: Barnabas mata a todos y cada uno de los obreros que descubren accidentalmente su ataúd y la cámara se mantiene cerca de él, no escamotea nada ni intenta hacer humor con eso. Lo mismo, aunque de otra manera, pasa en la larga escena con los hippies: después de que los personajes llegan a conocerse y entenderse y se crea un clima de fraternidad entre raros (un vampiro de hace dos siglos dialoga con los extraños por elección de ese tiempo), el protagonista les pide perdón y dice que tiene que matarlos; de nuevo, lo violento de la resolución de la escena y la fatalidad de la decisión de Barnabas rompen salvajemente el tono que se había construido y nos recuerdan la tragedia de su historia.

El sello burtoniano, decíamos arriba; para bien o para mal. La belleza tétrica y los freaks queribles de las películas de Tim Burton no alcanzan a hacer olvidar algo fundamental: su cine, como el de muchos otros directores del presente, se levanta más sobre la imagen y su pasado en vez de hacerlo sobre la observación del mundo. No es que haya que pedirle lo mismo a todas películas (sería ridículo), pero de a ratos se percibe cierta volatilidad en Sombras tenebrosas, como si la sencillez absoluta con que el director recorre la época y maniobra un montón de referencias (a la misma época, a su propia filmografía) terminaran por configurar un cine liviano, etéreo al que parece faltarle un sostén más firme. Viendo Sombras tenebrosas uno tiene la sensación de que los personajes podrían (si el director lo quisiera) habitar otro tiempo incluso más distinto del nuestro; es el problema con el cine que atraviesa tantos límites, que de tanto cruzar fronteras y recorrer el mundo, queda gravitando sin anclar nunca en ninguna parte. De todas formas, Burton siempre encuentra alguna forma de fijar su cine en una geografía más o menos precisa; podrá no tratarse de un lugar o un período específicos, pero el universo hecho de fragmentos de películas de terror, cómics, televisión y literatura gótica que suele pintar su cine ya es una suerte de espacio construido sobre el que se puede edificar toda una obra. Ese es el sostén de su cine: el universo burtoniano hecho de retazos que, a fuerza de habilidad, dedicación e insistencia del director, ya representa una porción indiscutible de la historia del cine.

8 comentarios

  1. Bazman

    Diego, vos sabés que no le tengo un gran aprecio a la obra de Burton (salvo esa joyita que es Ed Wood) pero esta película me pareció de lo mejorcito que hizo ultimamente, sin ser gran cosa. Las falla más grande que le noté es lo accesorio que es el personaje de Vicky (durante muchos minutos desaparece literalmente del relato). A pesar de los toques de humor, que son bastante obvios, es verdad lo que decís, se respeta la tragedia que significa para el personaje de Depp tener la condición de vampiro, y las matanzas que debe cometer son bastante violentas, para lo que es el generalmente naif cine de Burton (también en Sweeney Todd se soltaba un poco con la sangre y la violencia, por suerte). Lo mismo pasa con las escenas de sexo, que son bastante subidas para lo que es su cine. (Repito, para lo que es su cine). Hay una fellatio, un amague de cunnilingus……Bien por Burton! Por otra parte, el último plano de la película es totalmente innecesario. En fin, la película sigue girando sobre los tópicos que hacen a su obra, con una familia bien freaky que se sostiene bastante bien. Ah, gracias a Dios la Pfeiffer está envejeciendo con estilo, por suerte no se amasijo la cara con retoques como lo hicieron Nicole Kidman o Jeniffer Aniston, por poner dos ejemplos. Hermosas las arrugas en la comisura de su boca. Y Chloe no-se-cuanto-, como diría el Bambino, «¡es una manteca!», en uno o dos años más se convierte en una bomba sexual.
    Saludos!

    junio 27, 2012 en 7:19 pm

    • Me gusta el manejo del latín que tiene Bazman.

      junio 28, 2012 en 12:03 am

  2. María K.

    Desagradable tu comentario Bazman, la verdad en mi caso estoy harta de que se vanaglorie al bambino veira (ni mayúsculas merece), digo ¿en qué contexto dijo «¡es una manteca!»? Pero bueno es normal escuchar (o leer) este tipo de cosas sobre una mujer o peor sobre una niña y es más normal aún es que se festejen este tipo de actitudes.

    Espero no incomodar pero me molesta mucho este tipo de situaciones consideradas como «normales» o peor que se diga «no es para tanto».

    Saludos!

    junio 28, 2012 en 12:08 pm

  3. Sí Bazman, efectivamente, Sweeney Todd es la otra película de Burton en que el tipo se hace cargo de la oscuridad de su personaje: que ambos, Todd y Barnabas sean como son por culpa de la maldad de otros no alcanza para justificar plenamente sus acciones, incluso en el caso de Barnabas, que es un vampiro y la sangre le urge por una cuestión biológica (porque cuando el personaje quiere, se aguanta las ganas). Lo del sexo es verdad, pero de todas formas no es algo fuera de lo común: hoy cualquier película puede tener escenas con sexo oral sin escandalizar a nadie (en todo caso, como decís vos, en Burton sí es algo atípico).

    María: yo que vos no preguntaría por el contexto de la metáfora bambiniana.

    saludos.

    junio 28, 2012 en 4:38 pm

  4. María K.

    Quedáte tranquilo Diego, sé lo que significa semejante figura. Me sigue pareciendo una bárbaridad, sobre todo el festejo y la palmadita en la espalda simbólica que le genera a muchos en la mente cuando se piensa en el bambino veira.

    junio 28, 2012 en 6:38 pm

  5. Bazman

    Maria, cualquier persona con dos dedos de frente se daría cuenta que lo mío fue una humorada, tal vez fuera de lugar, pero nada más que eso. Lo que me parece gracioso de Veira es la forma en que pronuncia las palabras, nada más, como cuando dice ‘es una manteca’.

    junio 28, 2012 en 8:34 pm

  6. María K.

    Sí, no te preocupes que me di cuenta que fue una humorada, justamente eso es lo que me molesta: la humorada a partir de un hecho lamentable y dicha por alguien deleznable. That’s all. Sumado a que esa nena que vos te referís no debe tener ni 14 años y ya estás pensando en «bomba sexual», en fin.

    Saludos!

    junio 29, 2012 en 9:27 am

  7. Bazman

    Terminaste de evangelizar?

    junio 30, 2012 en 2:11 pm

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