Medianeras

Año: 2011
Origen: Argentina, España
Dirección: Gustavo Taretto
Guión: Gustavo Taretto
Intérpretes: Pilar López De Ayala, Javier Drolas, Inés Efron, Carla Peterson, Rafael Ferro
Fotografía: Leandro Martínez
Edición: Pablo Mari, Rosario Suárez
Música: Grabriel Chwojnik
Duración: 94 minutos

por David Obarrio

Detrás de las paredes. Imposibilitados a causa de sus taras y manías de relacionarse con los demás y de circular con libertad por la ciudad en la que viven, el chico y la chica que protagonizan Medianeras se doblan y repliegan sobre la enunciación resignada de la propia soledad. El esquema de dos almas gemelas que no pueden encontrarse luce aquí casi como una novedad por el amor que el director y guionista Gustavo Taretto parece profesar por su material. Mediante el recurso de disponer las voces de los dos protagonistas en off, animadas ambas por la fuerza de una comicidad disparada en sordina, la película despliega bien pronto el orgulloso muestrario de heridas que ese par tiene para ofrecer: en los dos parece haber algo de un solipsismo militante, el canto tribal de una estirpe de desesperados en cuyo fondo se esconde, como una maldición, la vergüenza de la bestia aislada bajo el calor de su propia piel. Promediando la película se les regala, sin embargo, un encuentro que podría ser el síntoma de un destino de fábula. En las penumbras de una ciudad con corte de luz, se tocan las manos sin querer y les da un chispazo de electricidad estática. Más tarde, sin saber nada el uno del otro, se ponen a cantar al mismo tiempo una canción de Daniel Johnston en un rapto de súbita gloria, como si se tratara de un santo y seña de los desamparados.

Medianeras se acerca al género de la comedia romántica para trastocarlo, cambiando sus tonos y su ritmo con una convicción que no parece afectada por el menor énfasis, una serena autoridad que fluye con naturalidad perfecta por sus planos, musicalizados además de un modo tan extraordinario que termina convirtiendo prácticamente cada escena en un acontecimiento. La sofisticación nunca del todo asumida de la película se encarga a su vez de dotarla de ese aire de felicidad modesta, casi pudorosa, que resulta tan inesperada y original. Los planos frontales pueden insinuar algún parentesco emocional con las viñetas veleidosas de Wes Anderson pero Taretto se desentiende pronto de todo alarde y floritura para concentrarse en el recorrido interno de sus criaturas –a las que acompaña con un cariño inusual que parece forjado en un juego de distancias y aproximaciones simétricas–, que intentan sortear sus desdichas con fallidos desvíos existenciales y encuentros de ocasión. Medianeras es pródiga en ráfagas constantes de amabilidad (no hay en la película un solo personaje que sea del todo desagradable), pero también en la exhibición de la textura del desamor como una de las formas más elocuentes y menos publicitadas de la locura.

El desdén casi aristocrático con el que se rehúsa a asumir como suyos ciertos argentinismos de exportación no le impiden a la película esbozar una vocación de universalidad construida a partir de un contundente conjunto de rasgos locales particulares. El director muestra calles con su numeración, vidrieras y kioskos reconocibles para extirparlos del realismo y erigir una ciudad que se pertenece solo a sí misma. Medianeras se ahorra el descalabro social, el oportunismo político y la superstición nacionalista, pero también el miserabilismo de la clase media, la picaresca, el chantaje emocional, la oda familiar, la sordidez, la nostalgia, y hasta el sexismo, el desprecio y la estupidez. A cambio de todo eso y de parecidas lacras igualmente extendidas, Taretto hace algo insólito: entrega un universo entero en estado de levitación. Ese universo es nada menos que el del cine, y allí habitan ánimas perdidas pero también la sensación genuinamente liberadora de que en algún lugar la felicidad no es del todo imposible.

En el cine argentino muy pocas veces –o ninguna, en rigor de verdad– el azar del catastro y la urbanización encuentra con semejante precisión sus réplicas y ecos secretos en la arquitectura anímica de los personajes. Con pertinentes alusiones cinematográficas a Tati, breves como parpadeos, evidente en esos momentos en los que los personajes atraviesan solitariamente el plano de una punta a la otra, Medianeras se presenta menos como una máquina de resistencia frente a una vida deshumanizada –a la manera del tótem francés–, que como una constatación ligeramente agridulce, el postulado melancólico de que el cine no modifica el mundo que nos toca pero puede, acaso, concebir uno paralelo capaz de transformar al espectador.

10 comentarios

  1. Bazman

    Muy buena película!

    octubre 17, 2011 en 10:47 am

  2. Epa, Bazman, estamos coincidiendo mucho. No estaremos haciendo algo mal?

    octubre 17, 2011 en 10:55 am

  3. Marcello

    Se ha formado una pareja… «nací para ti… aquí me tienes»

    octubre 18, 2011 en 5:15 pm

  4. Pedro

    Me gustó mucho tu nota, David. Después de leerla me gustó más la película, que en el cine no me había convencido del todo. Está muy buena la enumeración que hacés de los lugares comunes que evita, no lo había pensado. Lo único que me molestó un poco cuando la vi, fueron la cantidad de secundarios. Me parece que dispersa un poco la concentración en la historia de la pareja. Igual es una comedia muy agradale.
    Saludos

    octubre 19, 2011 en 5:33 pm

  5. Gracias, Pedro. Yo creo que los intentos fallidos de ellos dos, que ocupan casi toda la película, no hacen sino reforzar la idea de que son el uno para el otro. Un destino implícito que se define prácticamente por oposición.
    Saludos.

    octubre 19, 2011 en 10:56 pm

  6. Bazman

    Estimado David: Que cada vez coincidamos más asiduamente significa que, finalmente, usted está retomando la senda correcta.
    Atte.,
    Comandante Bazman

    octubre 20, 2011 en 11:21 am

  7. Ya me parecía que era Comandante, usted. Pero mire que el bueno de Bazin estaba en contra de todo verticalismo, eh.

    octubre 20, 2011 en 4:54 pm

  8. Princesa Mononoke

    Dave, como digo siempre, es un placer leerte. Ayer a la noche fui a ver la película y coincido con tu análisis. Me gustan las películas argentinas en las que hay rincones identificables. De hecho me pasó eso con la esquina de la casa en donde vive el protagonista, Martín, a 2 cuadras de mi casa.
    Me gustó mucho. No sé si es «la película argentina del año» como me dijo alguien que conozco, pero le pongo de 7 a 8 Mononokes.

    Beso
    Princesa Mononoke

    octubre 31, 2011 en 11:09 am

  9. Bueno, Mononoke, yo le puse 8 davicitos. Por lo que estamos de acuerdo.
    Respecto de los lugares indentificables en la película, fijate que no se corresponden con la realidad en todos sus detalles sino que constituyen un entramado que es estrictamente cinematográfico, lo que le da una fuerza y emoción particulares.
    Como siempre, gracias por los amables conceptos.
    Besos.

    octubre 31, 2011 en 11:21 am

  10. Hola David, linda nota.
    Igualmente, yo considero que el cariño que les tiene Taretto a los personajes es un poco excesivo, y no puede limitar la cantidad de escenas un tanto reiterativas (sobre todo en el final) en las que los expone.
    Por otro lado, celebro este cine argentino un poco más libre y felizmente romántico.
    Saludos,
    Luciano.

    noviembre 7, 2011 en 11:02 pm

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