Plan B

Año: 2009
Origen: Argentina
Dirección: Marco Berger
Guión: Marco Berger
Intérpretes: Manuel Vignau, Lucas Ferraro, Mercedes Quinteros
Fotografía: Tomás Pérez Silva
Música: Pedro Irusta
Duración: 103 minutos

por Diego Maté

Es llamativo que, estando muy lejos en el tiempo de películas como Pizza, birra, faso, Mundo grúa o Silvia Prieto, el cine argentino sigua dando cuenta de nuevas lenguas, inexistentes para la mayor parte de la producción nacional. Los protagonistas de Plan B están impregnados del barrio y la calle pero hablan muy distinto de los personajes de las primeras películas de Caetano o Trapero. Marco Berger le imprime a su película una sonoridad distinta, única: los personajes se expresan con una claridad envidiable, casi no se comen las eses y hasta formulan ideas difíciles en oraciones complejas. Lo increíble es ver (escuchar) el tono de arrabal que tienen sus diálogos: los tiempos de las frases, las cadencias de las palabras y las oraciones suenan a barrio puro y duro, a esquina, pero sin caer en el lugar común de «hablar mal» para que lo dicho nos resulte conocido. Junto a la claridad en el habla, en Plan B todo parece conjugarse para dar con una lengua completamente nueva, que en términos de consistencia podría ubicarse a la par de las de cineastas como Gonzalo Castro y Matías Piñeyro, otros dos directores que también realizan un cine de la palabra (Plan B incluso parece hacerse eco de Lavallol, aquella película maldita vista en el Bafici 2008). Además, Plan B cautiva con buenos recursos: hay personajes sólidos y conflictos trabajados con pericia en un guión que avanza lento pero firme, haciendo de cada quiebre dramático una verdadera explosión narrativa. Pero detrás de todo está el idioma: si Plan B se comporta por momentos como una comedia, lo hace gracias a la mezcla de desfachatez y cuidado que los personajes depositan en cada diálogo. Y si Plan B funciona también como drama, es justamente porque las pocas frases que se escuchan en las escenas más tensas cargan con el peso de toda una película y consiguen generar el suspenso y la densidad dramática necesarias pero sin caer en grandilocuencias. En algún momento de su historia, el cine y sus pensadores condenaron al diálogo por considerarlo teatral y poco o nada cinematográfico; en la actualidad, varias de las películas más frescas e interesantes del cine argentino están hechas a base de palabras, de frases, de charlas. Castro, Piñeyro y ahora Berger parecen llevar a otro nivel un modelo de cine surgido hace más de una década por directores tan ricos y diversos como Trapero, Caetano y Rejtman. A más de diez años de la explosión del Nuevo Cine Argentino, todavía hay un cine local joven que pide, por sobre todas las cosas, ser escuchado.

Publicado en Cinemarama el 28/03/09

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