Matthias y Maxime (MUBI)

Año: 2019
Origen: Canadá
Dirección: Xavier Dolan
Guion: Xavier Dolan
Intérpretes: Xavier Dolan, Anne Dorval, Pier-Luc Funk, Catherine Brunet, Gabriel D’Almeida Freitas
Fotografía: André Turpin
Música: Jean-Michel Blais
Edición: Xavier Dolan
Duración: 120 minutos

por Aníbal Perotti

El amor a los veinte. La octava película de Xavier Dolan tiene un aire de opera prima. La sensación de novedad que transmite Matthias y Maxime se debe a que los temas centrales son el adiós a la adolescencia y la cristalización de una identidad, sumado a la paciencia y a la dulzura que se imponen por primera vez en el universo del cineasta. El precoz, prolífico y singular enfant terrible que viene filmando desde los dieciocho años, regresa a su tierra natal con su película más quebequense. El rostro cándido y agitado de Dolan se debate entre un chalet junto a un lago y Longueuil, el lugar donde pasó su infancia. El comienzo nos muestra un puñado de escenas que capturan, con múltiples movimientos de cámara y montaje, la complicidad natural de un grupo de amigos a base de juegos y chistes personales. La película vibra con planos entrecortados a la manera del frenesí colegial que anima a los personajes. Xavier Dolan llega los a treinta para retratar el amor a los veinte: un amor a primera vista hecho de espera, silencios y negación, pero filmado con el raudal de energía y pasión que despliega en cada una de sus películas.

La amistad entre Matthias y Maxime (interpretados por el propio Dolan y Gabriel D’Almeida Freitas) se basa en una extraordinaria intimidad y cercanía. Alrededor de ellos circula un montón de jóvenes alocados entre los que está la hermana menor de uno de los amigos: una adolescente arty que aspira a convertirse en cineasta y que con un proyecto de corto en Super 8 genera el beso que da origen a la historia. Un beso fuera de campo y sin consecuencias para nadie que, sin embargo, trastoca la vida de los dos jóvenes: uno en conflicto con su madre violenta (un clásico en el cine de Dolan) y el otro adorado por su belleza y su éxito profesional. La revelación de una dimensión erótica provoca una lenta reacción en cadena que los obliga a encontrar su lugar como hombres en el mundo. Las oscilaciones narrativas quedan en segundo plano ante la forma en que Dolan construye ciertos momentos de intriga fantasmal, como cuando Matthias es seducido por otro chico en el colectivo y de repente la sangre fluye en su rostro: varios planos y contra planos alternan en un instante el deseo, la insistencia, la sonrisa avergonzada y la angustia. En estas escenas novedosas donde los rostros se retuercen y las miradas se agitan, el joven cineasta busca los clímax emocionales como un principio de puesta en escena para lograr una forma de pureza.

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