Crónicas de Mar del Plata – 5

Quinta entrega de las crónicas marplatenses y nuestro redactor pasa revista a los últimos trabajos de Phillippe Garrel, Frederick Wiseman y Joe Dante. Resulta que uno del trío lo convence pero los otros dos no.

por David Obarrio

Un francés va a Italia y un americano a Francia. Otro americano se mete en un pozo. Volvemos caminando despacio rumbo al cine para bajar el locro. Una de las películas que a priori más me atraían era Un été brulant, de Phillippe Garrel. El francés tiene una de las películas fundamentales de la década pasada que es Les amants regulars, sorprendentemente una de las pocas, si no la única, dedicada al Mayo del 68 con ese origen. Un été brulant se ubica mayormente en Italia y retoma un triángulo de pasión amorosa, celos y muerte entre burgueses relacionados con el arte, de esos tan caros a las últimas entregas del director. No se puede negar que Garrel filma como los dioses, que sus planos evidencian una distinción y habilidad notables y que el hombre tiene una mano increíble para aprovechar el aspecto emocional de la música pop –la mejor secuencia de la película parece replicar, esta vez en una sola toma tal vez más virtuosa aun, aquel momento central de Les amants regulars musicalizado con This Time Tomorrow de The Kinks. Pero de a ratos da la sensación de que se está viendo una suerte de grandes éxitos, lujoso y curado por el propio autor pero con cierto gusto a vacío. A lo mejor lo que pasa es que Garrel está filmando demasiado seguido.

Otra de las fijas era Crazy Horse, de Frederick Wiseman, que no defraudó en absoluto. Lo singular de Wiseman es que no hace documentales para obtener una verdad o un puñado de sospechas que ya se llevan en el bolsillo como ocurre tanto en el cine contemporáneo, sino que sus películas son tentativas, excusas para tratar de conocer aquello que nos rodea. El director americano puede ir a un loquero, a una comisaría, una escuela o un gimnasio no para develar un doble fondo de las cosas, una sombra de hipocresía o miseria ocultas sino para observar la filigrana de un mundo autónomo, animado por leyes y una dinámica propios cuya visión es siempre estimulante y generosa. En el famoso Crazy Horse de París Wiseman descubre decenas de chicas hermosas desnudas, dedicación, trabajo, destreza y también stress, hartazgo y el dejo de una melancolía secreta propia de los integrantes de un universo doblado inveteradamente sobre sí mismo a los que amenaza la probabilidad del cierre y del desempleo. Viendo tres o cuatro planos de la película se hace evidente que su director pertenece a una rara especie de maestros a los que siempre habría que tener en cuenta.

Del que no sé bien qué pensar es de Joe Dante, una de las figuras célebres que desembarcó en Mar del Plata con algunas de sus películas. No asistí a la famosa función de Gremlins, no me saqué fotos con el director y ni siquiera puedo decir que The Hole, su última película, me haya decepcionado, sencillamente porque no esperaba nada de ella. Dante sitúa la acción en un pueblito al que hace su arribo una familia compuesta por una mujer (Teri Polo, más linda que nunca) con sus dos hijos. Los dos chicos descubren junto a la vecinita una puerta en el suelo del sótano, que no parece conducir a ninguna parte y del que empiezan a surgir cosas horribles. Al final se impone una psicología ramplona y una de esas verdades de parvulario: se trata de bucear en nosotros mismos para ver qué es lo que nos atormenta y poder así vivir en paz. The Hole es aburrida hasta lo indecible, no tiene la menor gracia ni suspenso y parece la rutina de un viejo cansado. Como tengo poca experiencia en el 3D no sé si es efectivo o no, aunque me pareció que no. Al crítico Juan Pablo Martínez le gustó mucho la película y me decía que el 3D estaba muy bien usado. Sin embargo Martín Stefanelli coincide conmigo.

Deja un comentario