Une affaire d’amour (Mademoiselle Chambon)

Año: 2009
Origen: Francia
Dirección: Stéphane Brizé
Guión: Stéphane Brizé, Florence Vignon
Intérpretes: Vincent Lindon, Sandrine Kiberlain, Aure Atika, Jean-Marc Thibault
Fotografía: Antoine Héberlé
Edición: Anne Klotz
Música: Ange Ghinozzi
Duración: 101 minutos

por Aníbal Perotti

Melodrama de bolsillo. La historia del affaire entre un albañil casado y la maestra de su hijo es una idea ordinaria sobre la que Stéphane Brizé y sus intérpretes construyen un drama en sordina, oscilante y sutil, que vuelve palpable el deslizamiento progresivo del lazo que une a los dos protagonistas. El guión de Brizé hace hablar poco a los personajes y permite que se destaque su talento para poner en escena el silencio, el malestar y la vergüenza. El director filma las actividades cotidianas evitando toda dramatización excesiva, mostrando la verdad desnuda, sin complacencias ni adornos. De la misma forma, utiliza el departamento de Mademoiselle Chambon como testigo de una vida insulsa en la que un simple mensaje dejado en el contestador por una madre algo impaciente dice más sobre la heroína que una docena de monólogos.

Vincent Lindon utiliza su físico robusto para darle al personaje un fundamento a partir del cual desarrolla matices sorprendentes. La súbita fascinación del albañil por los acordes de violín que toca la maestra podría parecer graciosa y hasta patética, si no fuese porque es posible leer sobre el rostro del actor una verdadera convulsión que permite proyectar una vida entera, sugerida discretamente a lo largo de la película. En un inquietante grado cero de dirección de actores, Brizé parece dejar que la cámara filme los cuerpos elocuentes de Kiberlain y Lindon sin intervenir, deteniéndose en los breves diálogos entrecortados. La música desempeña un papel activo, es el vector erótico de una relación balbuceante. La maestra se da vuelta para tocar el violín en presencia del albañil, como una mujer púdica que se desnuda de espaldas. El vínculo social deviene relación afectiva, pero la historia de amor nunca comienza. Cuando la película parece embalarse hacia un remolino de pasión, la pareja vacila con melancolía al borde del abismo. Un personaje espera sobre el andén de la estación, mientras el otro se precipita hacia un reencuentro que permanecerá suspendido en el aire luminoso de Bretaña como una triste melodía.

3 comentarios

  1. Ignacio

    Acuerdo con que la excusa argumental no determina nada. Vasta ver «Patir» (mejor no se molesten) para conprobar cómo el mismo tema puede ser (mal)tratado.
    Saludos,

    septiembre 18, 2010 en 3:38 pm

  2. Anibal

    Supongo que te referís a «Partir», la película francesa que se estrenó hace poco y que tiene un argumento similar.
    No la ví porque el avance no me entusiasmó. Sigo tu consejo, no me molesto.
    Saludos

    septiembre 18, 2010 en 7:41 pm

  3. Manuel

    A punto de entrar a verla, ya emitiremos algún comentario.
    Desde Santiago de Chile, saludos a todos.

    Manuel

    abril 23, 2011 en 5:42 pm

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